martes, 10 de abril de 2007

PARMENIDES. W.K.C.Guthrie, (Kirk) y (Ramnoux)


PARMENIDES DE ELEA

(470/469) – (399)

Clemence Ramnoux (1969)

Lo específico de Parménides consistió en efectuar una seria poda, distinguiendo tres caminos y cerrando enérgicamente todos los que no llevan a ninguna parte o que conducen al abismo. En último término, sólo queda un buen camino, porque no se trata únicamente de ejercer el discurso, como los atletas ejercitan los miembros en el estadio, sino de llegar a alguna parte, y
precisamente a aquel lugar sagrado en el que se descubre la Verdad. Los fragmentos existentes prueban la vehemencia que Parménides puso en ello y que, para él, el éxito era cuestión de perdición o salvación.

Parménides eligió para sí mismo «una sola y sencilla vía de discurso»: proposiciones positivas alineadas que atribuyen al Ser las propiedades expresadas por bellos vocablos absolutamente nuevos, tales como «no nacido», «no perecedero», «de una sola masa» e «inmóvil», «sin fin fuera de sí mismo», «todo entero y presente a la vez», «único» y «sin interrupción». Cada uno marca el compás del poema como si fueran los mojones de un camino. No están simplemente yuxtapuestos, sino que las formas del discurso establecen entre ellos unos lazos, a modo de consecuencias lógicas. Las tres diosas vinculadas, Diké, Ananké, Moira, presiden el final de este discurso cerrado sobre sí mismo, y cuya perfección pretende encerrar al Ser al igual que una esfera que fuese a la vez el objeto imaginario de una geometría, el objeto real de una física, una comparación homérica para el mismo ser, y la metáfora expresiva de un estado contemplativo. Mejor dicho, la esfera no es en absoluto objeto de contemplación para ningún sujeto humano, sino que el Ser permanece en posición de sujeto activo en la proposición. El Ser, en estado de estabilidad, se piensa por los hombres y, por así decir, en ellos.

El desarrollo lineal del poema parmenídeo contrasta con las sentencias heraclitianas. Esto no quiere decir que Parménides designara a Heráclito cuando condenó a los «errabundos de dos cabezas». Es más posible que condenara a aquellos juegos del discurso, cuya práctica desarrolló la destreza de los hábiles, dejando a los demás completamente perdidos, embriagados o aturdidos. Estos juegos fueron conocidos, sin duda, por varias escuelas desde la generación pre-parmenidiana, pero a cada uno correspondía elegir el camino que debía seguir él mismo, sus discípulos y sus amigos. Además, el camino a seguir no era para nadie, indudablemente, una simple cuestión de método, sino que representaba para todos un camino de vida al mismo tiempo que un estilo de escritura, a cuyo término algo espera al hombre: el Caos o el Ser divino.

Es más conveniente establecer la oposición entre Parménides y Heráclito por la progresión del discurso o por el estilo literario que por los conceptos de lo Inmóvil y lo Móvil, como es clásico
hacerlo. Aunque es cierto que la esfera representa un ideal de estabilidad y compacidad, resulta dudoso que el río represente un tema puro de fluidez y movimiento. El río reuniría en una
misma y única experiencia dos contrarios: siempre el mismo y siempre distinto. Los términos de esta oposición no serían desconocidos para la escuela eleata, sólo que la esfera no se les
parece nada: el Ser está entero en ella, presente a la vez, y nada más, excluido sobre todo ese no-ser, al que ni siquiera está permitido nombrar. En el estado de esfera, no es adecuado
hablar de nada más.

Pero la alteridad reaparece en el seno de esta visión del mundo, para la que Parménides promovió el nombre de doxa, porque ésta varía para cada uno, y en cada ocasión, como varían
sus miembros. Esto no debe entenderse como una mezcla de dos materiales, dos pastas o dos carnes: una es luminosa, ligera, caliente, sonora y plena memoria; la otra, como un cadáver,
oscura, pesada, fría, silenciosa y total olvido. Su constitución, para cada uno, es una mezcla de memoria y de olvido. Varía como varían el color del cielo, el humor del día y las estaciones.

Y con ella cambia este universo presente, tal como cada uno, en cada ocasión, lo imagina a su alrededor. En el seno de esta experiencia, la movilidad no es menos escurridiza que en un río.

La sabiduría enseña a salir de ella, gracias a un trabajo de la inteligencia que siempre sería posible, desde ahora y a partir de cualquier experiencia. Como el Ser es algo absolutamente
cercano, basta con percatarse de ello, con saber que estamos dentro de él. Sin embargo, esta certeza, este aplomo, para el que Parménides habría inventado un sentido nuevo en nombre
de «la fe», es difícil de conquistar y requiere para su conservación un renovado ejercicio de la memoria. Con el saber del Ser, el hombre de fe permanece en seguridad y reposo. Por el
contrario, el hombre de la calle, al entrar en la danza de Afrodita, entre las alternas coronas de sombra y de luz de su cosmos, olvida al Ser y olvida ser. El mejor de los sabios oscila
entre el uno y el otro, según que la memoria o el olvido dominen en su constitución. Por eso es conveniente dar al hombre de la calle, e incluso al mejor, una estabilidad relativa y precaria,
proporcionándole una cuasi-ciencia para ordenar las contradicciones de su trastornado universo. Esta cuasi-ciencia recibe el nombre de doxa. Un sabio que no olvide, apresado entre los
lazos del Ser, Le conocería, y con él todas las cosas e incluso la fatalidad de las ilusiones.

Lo común a ambas sabidurías es la promoción, por encima y aparte del todo, de un principio: el Uno para Heráclito, el Ser para Parménides. En Heráclito debe entenderse como una
función reunificadora, que junta sin suprimirlas las contradicciones vividas. En Parménides, como una prueba cuyas contradicciones borra la persuasión y anula la inteligencia. Ambos dispondrían igualmente de una tabla de categorías que sitúan al Uno o al Ser por encima de dos columnas, el uno para superarlas, el otro para erradicarlas. Ahora bien, existe una tabla pitagórica, transmitida por Aristóteles, que separa a los contrarios en dos desde el principio. Por tanto, si alguna polémica dividió a los adversarios, enfrentaría, por razones diferentes, de un lado a Heráclito con Pitágoras, del otro a Parménides con la antigua generación de los filopitagóricos. La escuela de Elea era, efectivamente, la vecina de la escuela pitagórica en la Gran Greda. Al oeste de Grecia, la oposición de un monismo contra un dualismo habría sido, por tanto, la oposición de dos escuelas y de dos tradiciones. La tesis se podría probar en lo que se refiere a la generación post-parmenidiana; para la pre-parmenidiana sería solamente plausible. Parménides elevó, probablemente, al nivel ontológico una tradición monista, renovándola o fundamentándola con la ayuda de un vocabulario inédito.


EL POEMA EXAMETRICO DE PARMENIDES

(W.K.C.Guthrie)

PROBLEMA CENTRAL

El poema de Parménides suscita problemas muy peculiares, y convendría abordar el texto teniendo en cuenta el principal de ellos. En el proemio, Parménides recibe de una diosa el anuncio de que le revelará dos tipos de información:

primero, la verdad sobre la realidad;

luego, las opiniones de los mortales,

que se dice, sin ambigüedad, que son falsas. «Pero deberás aprender también éstas cosas» (fr. 1, 31). Conforme a esto, la primera parte del poema deduce la naturaleza de la realidad a partir de premisas postuladas como totalmente verdaderas y llega, entre otras cosas, a la conclusión de que el mundo, tal y como es percibido por los sentidos, es irreal. En este punto (fr. 8, 50), la diosa declara solemnemente que pone término al discurso acerca de la verdad, y que el resto de la instrucción será «engañosa», pero que lo comunicará todo por completo «para que ningún parecer humano pueda jamás aventajarte».

Sigue luego la segunda parte del poema, consistente en una cosmología sobre líneas tradicionales. Partiendo de la adopción de una pareja de contrarios, «fuego» y «noche», o luz y oscuridad, el poema prosigue como la narración de un proceso evolutivo en el tiempo. La «vía verdadera», por su parte, había afirmado que la realidad era, y tenia que ser, una unidad en el sentido mas estricto y que todo cambio en ella era imposible: no existía un antes ni un después, y la exposición discurre como una serie intemporal de deducciones lógicas

Aquí está el meollo de la cuestión. ¿Por qué se habría tomado Parménides la molestia de exponer una cosmogonía detallada, cuando ya había probado que los contrarios no podían existir e, incluso, que no podía darse una cosmogonía, ya que la pluralidad y el cambio eran concepciones inadmisibles'.' ¿Carecía, a sus ojos, de todo mérito o validez, de modo que su propósito, al elaborarla, era sólo ponerla de manifiesto, junto con otros intentos cosmogónicos semejantes, por ser falsedades vacías de contenido? De ser ello así, se plantea la cuestión de saber qué era, en definitiva. Algunos han pensado que la misma se basaba en un sistema cosmológico en concreto con el que estaba en desacuerdo, por ejemplo, el de Heráclito o los pitagóricos ". Otros han sugerido, ateniéndose a las propias palabras de la diosa sobre las «opiniones de los mortales» en general, que pretendía ser una síntesis parcial o total de lo que el común de los hombres venía creyendo sobre el cosmos; otros, por el contiario, que se trataba de una creación original, la mejor, sin duda, que Parménides podría haber ideado, pero sólo con la pretensión de mostrar que hasta la exposición más plausible del origen y naturaleza del mundo sensible era completamente falsa. Estos críticos subrayan el motivo expresado por la diosa «para que ningún parecer humano pueda jamás aventajarte».

Otra opción es suponer que Parménides estaba poniendo todo su empeño, con respecto al mundo sensible, y tal vez por motivos prácticos, en ofrecer la exposición más coherente del mismo de que era capaz, diciendo en realidad: yo te he comunicado la verdad, de modo que, si yo continúo hablando sobre el mundo en el que aparentemente vivimos, tú ya sabrás que es irreal y que no debe ser tomado en consideración. Pero, a pesar de todo, es tal y como se nos muestra; por muy engañosos que puedan ser nuestros sentidos, nosotros tenemos, sin embargo, que comer, beber, hablar, evitar poner nuestra mano en el fuego o caer sobre un precipicio, vivir, en resumidas cuentas, como si su información fuera genuina. Seres mortales como somos, tenemos que estar bien avenidos con este espectáculo engañoso, y yo puedo ayudarte a comprenderlo mejor que otras personas.

Estos son los problemas más desconcertantes que presenta Paménides: la naturaleza de la Vía de la Opinión y la relación entre ella y la de la Verdad.

Aun así, la esencia de su notable logro reside, como podría esperarse, en la misma Vía de la Verdad.

(Kirk)

Se dedica a mostrar las vías del “es y “no es”... si algo existe no puede llegar a ser o perecer, cambiar o moverse, ni estar sometido a imperfección alguna.

Parménides separa la investigación racional del entendimiento común de los hombres, como inesperabilidad de lo que su propia razón le ha descubierto.

- 288 (1 –1-30 D_K)

- (AGC – 1-1-32 )

- 289 (5 – D_K)

- (AGC - 2 )

LA VERDAD

i) La elección._

- 291 (2 – D_K)

- (AGC – 3-35-40 )

-

(Kirk)

De la incognoscibilidad de lo que no existe concluye directamente Parménides que la vía negativa es "indiscernible", i. e. que una declaración existencia! negativa no expresa un pensamiento claro. Podríamos exponer la cuestión de esta manera: "escojamos cualquier objeto de investigación (e. g. Mr. Pickwick). En este caso, la proposición "Mr. Pickwick no existe" deja de expresar un pensamiento genuino. Porque, si fuera un pensamiento genuino, debería haber sido posible conocer su sujeto, Mr. Pickwick; pero, esta posibilidad no se logra más que si Mr. Pickwick existe —que es lo que niega la proposición precisamente—". Esta línea de argumentación ha atraído poderosamente, de una u otra manera, a muchos filósofos, desde Platón hasta Russell. Su conclusión es paradójica, pero, como todas las buenas paradojas, nos fuerza a examinar, con mayor profundidad, nuestra comprensión de los conceptos utilizados —particularmente, en este caso, las relaciones entre significado, referencia y existencia .

ii) Error humano._

293 (6 – D_K)

- (AGC – 5-45-50 )

294 (7 –1-2 D_K)

- (AGC – 6-53-58 )

295 (8 –5-21 D_K

- (AGC – 7-59-62 )

(Kirk)

Si debernos huir de la vía "no es", nuestra única esperanza investigadora reside en seguir la vía "es". Podría parecer, a primera vista, que, si nos adherimos a esta alternativa, se nos abren ilimitadas posibilidades de exploración: la exigencia de que cualquier objeto de investigación exista parece imponer apenas restricción alguna a lo que podemos ser capaces de descubrir sobre él, y el argumento de que lo que puede ser pensado debe existir (293, 1-2) hace parecer que el número de posibles objetos de investigacición es inmenso y que incluiría lo mismo centauros y quimeras, que ratas y restaurantes. Pero, a lo largo de sólo 49 versos, logra reducir Parménides esta infinitud de posibilidades a solamente una. Porque los "signos" programáticamente enumerados en 295, constituyen, de hecho, requisitos formales ulteriores que cualquier objeto de investigación debe cumplir y éstos imponen grandes restricciones (obsérvese la metáfora de las cadenas en 296 y 298 infra) a la iinterpretación de lo que es compatible con el afirmar de algo que existe.
La conclusión, que el argumento subsiguiente de Parménides impone a estas exigencias, es una forma de monismo: trasluce, con claridad, que lo que es debe tener uno y el mismo carácter y es dudoso que algo pueda tener, en efecto, este carácter, salvo la realidad como un todo.

iii)a Ingenito e imperecedero.

295 (8 –5-21 D_K)

- (AGC – 7-63-79 )

(Kirk)

Estos versos pretenden provar que lo que es no llega a ser ni perece.

iii)b Uno y continuo._

296 (8 –22-5 D_K)

- (AGC – 7-79-83 )

(Kirk)

¿Piensa Parménides aquí en una continuidad espacial o temporal? No hay duda de que quiere decir que lo que es es continuo en cualquier dimensión que ocupe; pero es probable que la cita 296 haya negado que existe en el tiempo. ¿Consiste la cuestión simplemente en que cualquier objeto de investigación debe caracterizarse por una continuidad interna, o manifiesta Parménides una mayor ambición, postulando que toda realidad es una? Resulta difícil resistirse a la impresión de que aspira a la tesis más fuerte, aunque no está claro por qué se encuentra justificado para afirmarlo (tal vez se apoyara, e. g. en la identidad de los indiscernibles: no hay base para distinguir algo que es de cualquier otra cosa que no es. La misma ambigüedad afecta a 298 y 299 y merecen el mismo veredicto.

297 (8 –26-31 D_K)

- (AGC – 7-84-89 )

(Kirk)

Los versos 26-8 DK sugieren la siguiente argumentación:

(1) Es imposible que lo que es llegue a ser o perezca. Por tanto, (2) existe sin cambio dentro de las ataduras de un límite.

Es, pues, natural que interpretemos los vv. 29-31 como una expresión más enfática del contenido de (2). Interpretado así, indican una inferencia más compleja desde (1), por tanto:

(2a) está contenido dentro de las ataduras de un límite que lo aprisiona por todas partes. En consecuencia, (2b) permanece el mismo y en el mismo lugar y sigue estando por sí mismo.

Es obscura la noción que del límite expresa aquí Parménides.Lo más fácil es entenderlo como un límite espacial y, en ese caso, (2b) adviene inteligible a partir de (2a). Pero, ¿por qué, según esta interpretación, (2a) tendría que deducirse de (1)? Tal vez, "dentro de los límites" sea, más bien, un modo metafórico de hablar de determinación.

En este caso, Parménides estaría diciendo, en (2a), que lo que es no tiene potencialidad para ser diferente —en cualquier tiempo o en cualquier respecto— de lo que es en el presente.

iii)c Perfecto._

299 (8 –32-49 D_K)

- (AGC – 7-90-107)

(Kirk)

El seguimiento de la vía "es" conduce, por tanto, a una conclusión tan sorprendente como el resultado de la consideración de "no es". La posición final de Parménides en 299 es doblemente paradójica. No sólo niega la coherencia lógica de todo lo que nosotros creemos acerca del mundo, sino que, al convertir toda la realidad en una esfera infinita, introduce una noción, cuya propia coherencia lógica debe, a su vez, ponerse en duda1.

1 ' ¿No debe existir un espacio real vacío más allá de los límites de la esfera, si tienen que desempeñar la función de límites? Esta objeción podría persuadirnos de que es posible que Parménides no haya sostenido que la realidad fuera una esfera, si no fuera porque lo que nos induce a pensar que lo creyó asi, es su explotación, aparentemente acritica, de la metáfora del limite (i. e. De lo que nosotros tomaríamos por metáfora).

OPINIONES HUMANAS

I) El estado de la versión de Parmenides._

300 (8 –50- D_K)

- (AGC – 7-108-112 )

luz y noche

302 (8 –53-61 D_K)

- (AGC – 7-113-119 )

303 (9 –180 D_K)

- (AGC – 8-120-123 )

- (AGC – 9-124-127 ) (4-DK)

cosmologia

305 (10–138 D_K)

- (AGC – 10-128-134 )

- (AGC – 11-135-138 ) (11-DK)

- (AGC – 12-I39 ) (13-DK)

306 (12– D_K)

- (AGC – 15-143-148 ) (12-DK)

308 (14– D_K)

- (AGC – 13-140 )

CLARA EN LA NOCHE RODANDO SU AJENA LUZ A LA TIERRA.

309 (17– D_K) .

- (AGC – 17-155 )

310 (24–B4 D_K) .

TEORIA DEL PENSAMIENTO MORAL

311 (28-46– D_K) .

312 (19– D_K) .

- (AGC – 18-1 )

.

313 (4– D_K) .

- (AGC – 9-124-127 )

.


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